Imágen:EFE, Jácome José, 2020, «Ministerio de Salud confirma séptimo caso de coronavirus en Ecuador», Imagen, Ecuavisa
A los buenos momentos los disfrutamos pero a los momentos de preocupación los tememos y no sabemos cómo enfrentarlos, al menos cuando no dependen directamente de nosotros. La pandemia de Coronavirus ha puesto a pensar y desarrollar las mejores estrategias posibles en cuanto a la gestión de la salud.
Es una gran oportunidad que nos brinda la vida para mirar que la salud, sí es un asunto individual que aqueja a cada uno de nosotros pero que en la realidad tiene un efecto colectivo que nos puede afectar en la medida que cada uno de nosotros no pongamos de parte para evitar contagiar o ser contagiados por este mal.
Se ha dicho que la naturaleza es sabia y parecería ser que así es; nos obliga a observar que algo no marcha bien. Estas grandes demostraciones que comprometen al mundo y a los gobiernos a ser más pensantes e inventivos deberían poner a pensar a todos los gobiernos y grandes potencias en términos de mayor solidaridad y porque no a nosotros mismos.
Se suele decir que la salud es lo más importante, pues sí, seguramente lo es, pero hay que tener absoluta claridad que es un bien individual pero a su vez con incidencia colectiva. Es un derecho que atañe a todos, y las normas legales así lo dicen e interpretan. La planificación hospitalaria es un factor fundamental que debe ser manejado por personas absolutamente conocedoras del tema y fuera de ámbitos puramente políticos.
Las políticas de estado en esta materia deben enfocarse hacia la conceptualización de la salud donde el paciente sea el centro de debate en la planificación en términos de infraestructura, espacios, volúmenes y servicios; siempre considerando a la salud como un derecho individual y, a su vez, colectivo en donde la función utilidad es decir el sentimiento del usuario respecto del servicio recibido sea mayor que el precio que pudiere representar el servicio entregado.
Lo anterior se aplica tanto a lo privado como a lo público. En lo privado es fácil identificar y sentir si el servicio estuvo acorde con el precio pagado; mientras, en lo público o en la seguridad social las infraestructuras hospitalarias se financian con los aportes o impuestos generados por la colectividad, de igual manera el sentimiento del servicio recibido es fácilmente comentado o criticado por sus usuarios – pacientes y sus familias.